miércoles, 15 de octubre de 2008

Ahora que el mundo se devuelve

Felo, 15 de octubre de 2008

Ahora que los especuladores, banqueros y demás cardenales de la postmodernidad son enjuicidos -como corresponde a los tiempos- en las portadas de los periódicos, muchos se lamentan y otros reniegan del modelo.

Ahora que sabemos de sus excesos y su irresponsabilidad y miles sienten sus efectos cada día cuando deben enfrentarse a la realidad de levantarse sin saber si podrán comer algo al desayuno o recordar que han perdido sus ahorros, nadie se acuerda de los verdaderos responsables del desastre.

Ahora que Kevin Casas nos explica muy académicamente porque existe descontento con los tratados de libre comercio, uno debe volver a encajarse la mandíbula por la incredulidad de leer esas líneas y fijarse bien en la foto para saber si es una broma o si es la misma persona que escribió el famoso e infame memorándum.

Ahora que el Estado vuelve a ser una buena palabra y los poderosos se reúnen para organizar la forma en que se interviene el mercado financiero y se vuelven a escuchar otras otrora malas palabras como nacionalización bancaria, uno se pone a pensar que pasaría si hubiesen sido los presidentes de América Latina los que hubieran decidido intervenir el mercado en afán de lograr el bienestar de los ciudadanos.

Ahora que nadie se acuerda lo que dijo hace 15, 10 o 5 años o digamos los días previos al 7 de octubre de 2007 cuando se acusaba de comunista aquel que osara desafiar al modelo.

Ahora que Paul Krugman está de moda y gana el Premio Nobel y la gente se acuerda de que otro tipo de economía también es posible, uno se pregunta adonde están los otros, los que nos condujeron a la crisis.

Ahora que los padres del modelo no se acuerdan de lo que dijeron o hicieron en los últimos 20 años y el Consenso de Washigton se confunde en los detalles de la historia, es bueno recordarles, no por la crisis sino por las consecuencias sociales que ha tenido el modelo.

Ahora que todavía es temprano para saber si el mundo va a cambiar o si fue sólo un susto, es bueno echar sal en la herida ideológica de los responsables y pedirles cuentas a los que dirigen el barco y preguntarles: ¿qué pasó?

Ahora que Keynes parece sonreír desde su tumba y se oye su famoso “en el largo plazo todos estaremos muertos” es bueno volverles a decir como en la canción de los Fabulosos Cadillacs: yo te avisé y vos no me escuchaste, conmigo no hablas, yo no soy de tu clase