lunes, 11 de agosto de 2008

Negación del fútbol, las mujeres y la birra

Negación del fútbol, las mujeres y la birra (o del destino de los dictadores)   
Felo   

No, no y no. Lo siento por el lector que esté siendo testigo de este arrebato, pero me niego a ser víctima de esta imposición.   Un amigo mío, Tavinski, me invitó, casi como una obligación a escribir sobre “el fútbol, las mujeres o la birra” (perdón Marito). El último caso que conozco, en el que obligaron a alguien a escribir sobre un tema, es el de Martín Romaña, a quien su amada Inés, (no es mi caso) le sugirió a manera de mandato (sí es mi caso) escribir sobre un sindicato de pescadores de la costa peruana. Lo que resultó fue un terrible libro, llenó de alusiones ideológicas y desilusiones amorosas, sin contar con otras exageraciones como las hemorroides del señor Romaña.   Precisamente como  no quiero terminar en un viacrucis como el de Martín, decidí revelarme contra las imposiciones de Tavinski. Es más para que vean la osadía a la que ha llegado mi amigo, les voy a contar la última de sus tiranías. Cuando supo que lo iba a incluir en esta historia me pidió que lo caracterizara como un húngaro, a pesar de que él es absolutamente tico. Se puede imaginar que atrevimiento, venir a imponerme personajes, faltaba más.   En todo caso, ante el peligro de que no me publiquen lo que escribo voy a referirme a los tres temas mencionados.   
Definitivamente hay que empezar por la mujer, que es a donde todo comienza y donde todo termina. Se pueden decir cosas corrientes: “te quiero mi amor, no me dejes solo, mira que yo lloro” (ver cantante cubano), pero eso sin duda se encuentra en cualquier tarjeta de esas que se compran en Hallmark para el 14 de febrero. Como en esto el papel aguanta lo que le pongan, se pueden escribir todo tipo de divagaciones, canciones, olas del mar a nombre de la amada, hacer tratos, proponer tácticas y estrategias, escribir los versos más hermosos y dormir en hondonadas. Como ven prefiero remitirme a otros, pero en otro momento, cuando hablemos del amor. Por ahora el que siga interesado me puede preguntar y hablamos con calma.   
En el tema del fútbol me parece que aparte de lo de Eduardo Galeano, no se puede escribir mucho. Sobre todo ahora que hasta los gallos hablan del deporte sólo para vendernos una tele. Hago la importante aclaración de que para mí el fútbol es más que un deporte y que lo he vivido intensamente. Precisamente ahí está el detalle (como diría Cantinflas o un profesor de Teoría Política y Trivialidades Afines), el fútbol o se ha vivido o no se le entiende, por más de que uno pueda escribir maravillas sobre él. Sólo si se ha jugado bajo la lluvia, pensando que se está en una final en el Santiago Bernabeu o si se ha gritado como un loco en algún estadio local, sabe uno de que se trata. Prefiero gritar un gol a mil páginas escritas sobre fútbol.   
La birra es el último tema al que Tavinski quiere que me refiera, pero sucede algo semejante a con el fútbol. Se podrían explicar sus componentes o su delicado equilibrio químico, así como sus efectos colaterales. Pero parafraseando a Octavio Paz, podemos decir que la birra no es un decir es un hacer y cuando digo esto la birra o se acabó o se calentó (como suele suceder en el café cultural Massé).   
Ahora que ya dejamos atrás los formalismos temáticos vamos a ir al fondo del asunto. Recientemente me enteré de una situación muy particular, que le va a servir a mi amigo Tavinski como escarmiento por si decide continuar por la senda del autoritarismo en la que peligrosamente se inicia.   La historia es una nueva versión de mitología griega, es la historia del antiprometeo moderno, ya que cuenta como los dioses griegos volvieron al mundo de los mortales en pleno siglo veinte y se sorprendieron e indignaron tanto que decidieron hacer algo al respecto. Me refiero sobre todo a las incontables dictaduras y guerras que inundaron el pasado siglo. Antes de continuar debo advertir que el carácter de los dioses había cambiado con los siglos, ya que durante todo este tiempo estuvieron en un congreso filosófico para replantear su papel en el mundo (cualquier alusión con partidos políticos resulta obvia), y decidieron fundar el Salón de la Justicia en pleno Olimpo. Así es como al ver en lo que había terminado el regalo de Prometeo, esto es guerras, armas nucleares, represión, desapariciones y violencia, decidieron condenar a todos los dicatorzuelos y generaluchos del siglo veinte.   Después de una reunión intensa de la Comisión de Dioses por una Humanidad Mejor decidieron adaptar la condena de Prometeo a los tiempos modernos. Por supuesto que no pudieron encontrar un monstruo tan disciplinado como para comerles las tripas a cientos de condenados todos los días (son otros tiempos). Así que decidieron hacer que todos los generales, tiranos y bichos perversos en general, cuando murieran (los dioses no estaban de acuerdo con la pena de muerte), iban a ser reencarnados en escusados y letrinas de todo el mundo. Con esto se aseguraban que todos los criminales encontraran condena, porque aunque son muchos sin duda son más los escusados.   Así el primer criminal en morir fue Pinochet, quién se creyó por muerto, libre de toda culpa, pero no. A él le tocó convertirse en una letrina de una academia militar, donde por pura ironía cientos de hombres de su propio ejército hacían sus deposiciones diarias. Pinochet recibía mierda todo el día, de vez en cuando uno de sus colaboradores lo limpiaba como previendo que él también llegaría a ser letrina algún día. Pero igual no faltaba algún soldado que en plena noche y por culpa de haber comido refritos, garbanzos y chicharrones, se levantara con un ataque de incontenible diarrea y llenara a Pinochet con despojos humanos del tipo más bajo.   Así la rutina continuaba todos los días, Pinochet por momentos se veía libre de su castigo, y cual antiprometeo moderno sus tripas le crecían, pero los hombres siempre volvían del campo a desahogar sus vejigas y tripas y al generalucho no le quedaba más que resistir enmierdado su castigo.   Después de Pinochet le seguirían muchos más, que de acuerdo con una tipología de sus crímenes eran condenados a ser letrinas o escusados, y según la cantidad de atrocidades eran asignados según la cantidad de personas que hacían uso de ellos. Por ejemplo a los más afortunados les tocaba ser el escusado de una abuelita viuda que padecía de estreñimiento, pero a otros como a Pinochet les tocaba recibir regimientos enteros.   El único problema es que los generales vivos aún no sabían del castigo que les esperaba y continuaba engrosando las listas de posibles letrinasgos. Como ven a otros si nos llegó la historia. Por ello a partir de este momento quedan todos advertidos del destino de los dictadores y tiranos. Además, si pensamos que diariamente estamos condenando un tirano, podemos deponer nuestros restos con un sentido de justicia superior.   

Noviembre, 2002.

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