miércoles, 2 de diciembre de 2009

El conflicto de Honduras en clave de fútbol

En San José, la tarde del pasado 18 de julio las duras negociaciones entre las dos delegaciones hondureñas tuvieron un breve momento de distensión cuando la selección de fútbol de Honduras venció por un gol al combinado de Canadá en la Copa de Oro. Según cuentan varios periodistas, en el operativo de seguridad, un policía con instinto político agudo y esa pícara malicia indígena tan centroamericana se preguntó: ¿el gol habrá sido de Micheletti o de Zelaya? Luego un editorialista de un periódico costarricense llamó a los hondureños a la unidad a partir de la gesta deportiva de su selección, que se debe enfrentar ahora a los Estados Unidos en semifinales (¡las vueltas que da la vida!).En efecto, el conflicto hondureño se podría entender en clave de fútbol, no en términos triviales, sino como una metáfora para explicar las raíces profundas del conflicto, esas que los analistas y los medios de comunicación pocas veces mencionan. Si se piensa por un momento en la situación política de Honduras como un equipo de fútbol de once jugadores tendríamos una alineación como sigue. En la portería, estaría un fuerte deportista, hijo de una chola hondureña y un militar estadounidense que ha permanecido en sus bases militares tanto tiempo que ya se adaptó al húmedo clima. Luego tendríamos tres jugadores más, digamos un defensa de nombre X, un mediocampista M y un delantero Z, que se alternan la banda de capitán. Estos tres provienen de la escuela de fútbol manejada por la oligarquía hondureña, es decir empresarios, militares y la cúpula religiosa- son fuertes, bien alimentados cuentan con todos los implementos deportivos y los lujos que se pueden tener en el mundo desarrollado. Los otros 7 jugadores hondureños son flacos, juegan descalzos, apenas pueden correr pero están en el equipo porque son necesarios para los otros tres, los capitanes. De esa forma, esta selección de fútbol de Honduras puede participar en los torneos internacionales,donde reciben migajas de la economía mundial y que obviamente se reparten solo entre los tres capitanes. El portero recibe una pensión del ejército de Estados Unidos, y los demás 7 jugadores, los pobres del equipo hacen milagros para comer, a veces venden chicles en las esquinas o trabajan como oficiales de seguridad en alguna compañía de los capitanes Z, X y M. Esto ha sido así por décadas, a pesar de las guerras centroamericanas, las dictaduras y el proceso de paz, nada cambió. Los mismos capitanes son los dueños del balón.
Un buen día, uno de estos capitanes tuvo la ingenua idea de preguntarles a los otros 7 jugadores si estaba bien que les preguntaran si querían cambiar las reglas del juego. De inmediato los otros dos capitanes saltaron al terreno de juego y lo acusaron de que no quería soltar el balón, lo ligaron a la selección de Venezuela y lo acusaron de comunista. Como el capitán Z siguió con sus intenciones preguntonas e hizo una finta de más sobre el terreno de juego, le hicieron una falta por detrás, le hablaron al árbitro para que le sacara tarjeta roja y lo montaron en un carrito de esos que saca a los jugadores del campo. Como los capitanes M y X de la mencionada escuela de fútbol son los que hacen las reglas del juego, eligen a los jueces, magistrados y congresistas, decidieron que lo que había hecho el capitán Z era ilegal. Ahora hay dos capitanes que alegan ser legítimos dueños del equipo. Una buena parte de la opinión pública de la región dice que está de acuerdo en que al capitán Z le cometieron una falta por detrás, pero inmediatamente dicen que él se lo buscó por preguntón y por hacer tanta finta. Detrás de ese razonamiento se esconde una preocupante idea antidemocrática de que frente al disenso podría ser justificado el golpe de estado, la falta por detrás a Maradona o la violación de la joven pues ella tuvo la culpa por nacer bonita.
Mientras tanto, los 7 flacos jugadores hondureños siguen en la misma miseria de siempre,uno de los tres países más pobres en la región más desigual del mundo. Nadie habla de ellos,ni de las condiciones estructurales que los mantienen descalzos y desnutridos. Nadie habla de que las razones que llevaron a la guerra en Centroamérica siguen latentes. Más allá de la guerra fría, el comunismo o Chávez, lo que realmente importa es que las transiciones a la democracia realizadas desde las élites no han sabido incluir a la población en el proceso democrático y en el reparto de los beneficios del desarrollo. No existe un Estado de Bienestar en Honduras, eso es casi una utopía, los índices de desarrollo humano son lamentables y la pobreza sigue afectando a cerca de la mitad de la población. Eso no es poca cosa y no se puede llamar a la unidad de Honduras sin tomar en cuenta esto. El conflicto de Honduras, más allá de la metáfora futbolística, se debe entender como una crisis muy seria, producto de las dinámicas de exclusión que imperan en la región. Cualquier intento por cambiar esta lógica, sean bien o mal planteados, se enfrentarán con los detentadores del poder político, económico y militar en Honduras. Mientras las élites hondureñas se sigan comportando como los dueños del balón, sigan haciendo las reglas sólo para defender sus prerrogativas y sigan privando a la mayoría de los hondureños de un nivel de vida digno, los conflictos continuarán. Zelaya podría volver al poder, ojalá que así sea, pero mientras las élites oligárquicas de Honduras no cambien o sean obligadas a cambiar, todo seguirá igual.
Los 7 flacos jugadores hondureños tendrán que buscar fuerzas donde no las hay para terminar el partido, ojalá puedan. Más aún, ¿no sería mejor y más democrático que ellos mismos tuvieran la capacidad y la oportunidad de decidir cómo quieren seguir jugando el partido de sus hasta ahora empobrecidas vidas?
Felipe Alpízar R.
San José de Costa Rica,22 de julio de 2009.

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