jueves, 22 de julio de 2010

El beso del Ganges

Seguí tu cauce, agua de néctar que destruye mi tristeza, y me llevó hasta la ciudad. Practiqué mis transparentes habilidades para abrazarte con mis labios y alguno me dijo que tu morada húmeda estaba cerca. Entonces me decidí a mandarte un beso volado y sin coordenadas pero como la neblina que acaricia las altas montañas se dispersó por el aire.

El recuerdo de tu cuerpo tatuado en mis dedos sirvió para encauzar su rumbo, intuía la cercanía de tu risa, pero aún así no fue suficiente para encontrar tu naciente y al fin la turbia ciudad logró confundirle. Sobrevoló los techos, copas de árboles grisáceos, carreteras de negro discurrir, pero como un hilo de agua confundido en un pastizal de verano, se fue secando, fue perdiendo fuerza y altura.

Entonces se decidió a buscar algún otro rostro de mujer, mejilla fecunda para su rocío, y se estrelló cerca de la comisura del labio derecho de una estudiante que pasaba por ahí. La joven sintió una ráfaga de húmeda calidez, se sonrió y pensó sonrojada que tal vez su novio también la estaría deseando.

Nunca entendió que ese beso, flor de nube, sólo pasaba por ahí, perdido, confundido por el derretido fluir de los glaciares himalayos, altas cumbres de pasión. Pero tampoco importaba mucho no saber, la humedad placentera que le subió por el cuerpo fue lo mejor de ese día. Además, el beso podía continuar así su incesante ciclo de agua.

Ferdonello Gueco (cc: Felo Alpízar)
San José, 14 de julio de 2010.

1 comentario:

Silvia Piranesi dijo...

no hay centro que valga. el transcurrir como toda gota. como toda gota caer. llover como cauce. como inevitable. ponerte todos los nombres. no saber es una regla física, el beso volado.

eso felonnciooo!