martes, 19 de abril de 2011

Saturno devorando a un hijo

Es algo bastante común que en sus oficinas los ministros o diputados exhiban un cuadro o una fotografía del Presidente o de la figura política que admiran. Por ejemplo, entiendo que un cierto diputado herediano tiene la foto del Ex Presidente Óscar Arias en su despacho legislativo. A mí me gustaría proponer que en esos espacios públicos, aunque sea en un rincón, también exhiban la pintura de Francisco de Goya titulada Saturno devorando a un hijo.

El cuadro pertenece a la época de las pinturas negras de Goya y según el sitio web del Museo del Prado representa el miedo a perder el poder. Otros especialistas sostienen que es una pintura psicoanalítica y otros que es una representación del avance del tiempo y el miedo a la muerte. Creo que en el fondo todas esas interpretaciones están relacionadas, pero la recomendación de decorar las oficinas públicas con ese cuadro es obviamente una advertencia sobre el ejercicio del poder.

Hay una frase famosa de Lord Acton que dice que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Mucha gente suele repetir esta frase, pero a mí la verdad no me gusta. Su uso descontextualizado para una dinámica tan compleja como la política me resulta simplista, pero sobre todo no creo que sea cierto que necesariamente el poder corrompe. El poder nace de una relación desigual entre dos sujetos que posibilita a uno de ellos a condicionar el comportamiento del otro, ya sea para impedir que se hagan cosas o para obligarle a hacer su voluntad. El poder también se puede utilizar para condicionar los deseos del otro. Pero el ejercicio del poder también permite que la institucionalidad se dirija en una determinada dirección y hace posible que se concreten proyectos como por ejemplo organizar un festival de artes, proteger un bosque, construir casas de interés social o escuelas, vetar la minería o la explotación petrolera y tener museos donde se exhiban pinturas como la de Goya. Ninguna de estas iniciativas se puede realizar sin poder.

Si uno tiene en mente la pintura Saturno devorando a un hijo y luego se entera de la historia de Aung San Suu Kyi en Birmania , entiende el valor de su visión distinta del poder: "…No es el poder lo que corrompe sino el miedo. El miedo a perder el poder corrompe a los que lo tienen y el miedo al azote de quienes lo ostentan, corrompe a quienes están sometidos." Entonces se piensa en Egipto, en la corrupción de Mubarak y en los valientes que vencieron el miedo a los azotes. Y puede ser que el ejemplo de Túnez y Egipto se extienda a otros países y que la valentía de los dominados motive a otros a la rebelión contra ese ejercicio del poder desaforado, violento y corrupto. Ojalá (para usar una palabra de origen árabe).

Cuando se analiza la situación política de Costa Rica también se puede pensar en la pintura de Goya y en Aung San Suu Kyi. El gobierno de Laura Chinchilla está luchando contra ese gigante de Saturno que la tiene aprisionada, ya le ha comido la cabeza, un brazo entero y una mano por donde gotea sangre. La pintura es clara, la fuerza de las manos de Saturno es tremenda y le hunde las uñas en la cintura, que por cierto a mí me parece de mujer. Saturno está viejo, tiene los ojos desorbitados y en su rodilla izquierda se muestra una especie de vendaje. Es evidente que Saturno tiene miedo de perder el poder y eso lo lleva a corromperse en sus intentos desesperados para seguir en el control. Ese parece ser el caso Ben Alí, Mubarak, Gadafi pero también del liderazgo clientelar de los hermanos Arias y su séquito liberacionista.

Pero en realidad ya no estoy tan seguro de si en la pintura, el hijo o hija que está siendo devorada es Laura Chinchilla. También se me ocurre pensar que más que una lucha interna por el control de la clase dominante y por ende del país, estamos frente a unos intentos desesperados para seguir gobernando como si el país fuera una finca dirigida por gamonales del siglo XIX. La forma que en la actualidad tiene la mordida de Saturno es el descrédito de lo público, la corporativización de la política y el beneficio de unos pocos. La cabeza que le falta al hijo de Saturno es el desastre ambiental, las personas que murieron en el derrumbe de San Antonio de Escazú por la desidia oficial, la persona que será atropellada en la carretera a Caldera por la falta de puentes peatonales o simplemente la violencia estructural y la desigualdad social. Saturno nos robó lo público, la institucionalidad social y quién sabe cuántas cosas más. O tal vez tenemos miedo al azote y permitimos que nos sigan devorando, no sé, pero no me gusta que nos entierren las uñas en la cintura ni que nos arranquen la cabeza.

Felipe Alpízar R.
La Villa de la Boca del Monte, San José.
22 de febrero de 2011.

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